domingo, 10 de agosto de 2014

Dejad que los esquites vengan a mi

Hace unas escasas horas os contaba con singular alegría que el día de hoy es la fiesta de uno de mis lugares favoritos en el mundo: el pueblo en el que he pasado prácticamente mis (todavía) 26 años de vida. En esos momentos comprendí lo mucho que extrañaba estar cerca de casa y de mis seres queridos. Afortunadamente pude resolver ambos asuntos sin salir de esta curiosa isla. 

No hay nada como tener una videollamada con aquellos que más quieres en el momento preciso. Agarré a mi familia en plena hora de la comida (dicho sea de paso, la comida de la fiesta del pueblo era una de mis partes favoritas cada agosto). Ver tantos rostros familiares y escucharlos deseándote lo mejor y diciéndote lo mucho que te extrañan es algo que te conmueve y te motiva de una forma increíble. Mención honorífica para el momento en el que pude saludar a mi abuela y escuchar un "te quiero". 

Pero antes de tomar la decisión de contactar a mi familia, tomé otra decisión importante: ir al supermercado y conseguir todo lo necesario para saciar mi antojo de esquites de feria (¿se dan cuenta de mis prioridades en ésta vida? ¡soy un maldito obeso!). Así es, decidí que si no puedo ir hacia los esquites, entonces los esquites vendrían a mí.

Nada que unos granos de elote congelados (¡gracias Gigante Verde!), mantequilla a las hierbas con ajo, chile jalapeño, cebolla y sal no puedan resolver. Tan rápido y tan simple como derretir la mantequilla a fuego lento, agregar la cebolla, el chile y los granitos de elote, mover constantemente para que no se quemen los granos, poner la cantidad de sal que a uno le parezca pertinente y listo. En menos de 10 minutos uno tiene el sabor de la feria en casa. Lo único que me faltó fue el clásico vasito de unicel, pero bueno... ¡no se puede tener todo en esta vida!

*Nota personal: limón y chile piquín, ¡bienvenidos!. La mayonesa fue un exceso...




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