Desde que tengo uso de razón, año con año espero con ansias mi evento favorito. No se trata de Navidad ni de Año Nuevo, ni siquiera se trata de mi cumpleaños, no, mi evento favorito tiene lugar en ese punto geográfico que me vio crecer, en el pueblo en el que he vivido y pasado toda mi vida. El pueblo que me ha regalado muchos de los momentos más increíbles que he tenido en mis casi 27 años de existencia. Hoy, 10 de agosto, es la fiesta de mi pueblo querido. Todos los años espero con ansias este momento. Por primera vez después de 26 años (todavía no son 27) me voy a perder mi evento favorito.
Recuerdo que desde que era pequeño la época de "la feria" me provocaba una alegría y emoción desmesurada. Obviamente en ese entonces era mayor mi emoción debido a los juegos mecánicos. Como buen niño, me encantaba subirme una y otra y otra vez a todos y cada uno de ellos, siempre acompañado de las personas más maravillosas que he tenido la fortuna de conocer en esta vida: mis primos, que más que mis primos han sido mis amigos más entrañables de toda la vida.
Solía vivir casi enfrente del campo en el que se instalan los juegos mecánicos. Así que era increíble poder estar en primera fila cada vez que llegaba un juego. Todavía recuerdo lo emocionados que nos poníamos todos a la llegada de un trailer, tratando de adivinar de qué juego se trataba. Era mandatorio que cada que llegaba un juego salíamos corriendo para ver qué había llegado y poder ser de los primeros en saber cuáles serían las mejores atracciones de la feria. También teníamos la oportunidad de subirnos a los juegos antes que nadie.
Lo mejor siempre era el domingo (como hoy). El pueblo se llena de gente y de puestos de todo tipo de cosas. Mis favoritos: los elotes asados, los sopes, las pizzas, el pan de fiesta y por supuesto, las infalibles micheladas. Es prácticamente imposible caminar en la feria debido a la cantidad de gente que llegaba.
También teníamos una vista privilegiada de todos los acontecimientos que ocurrían ese día, principalmente de los juegos pirotécnicos y algunos eventos culturales que se programaban con motivo de las festividades. Sin duda alguna la comida con la familia era una de las cerezas del pastel.
Tengo excelentes memorias de "la fiesta de mi pueblo", como cuando me tenían que llevar a los juegos y subirme a todos los que pudiera, las veces que quisiera hasta quedar rendido; o como cuando mis primos y yo nos desgastábamos pensando en los juegos que llegarían, si serían los mismos del año pasado o si tendríamos algo diferente o novedoso; o como cuando (en muchas ocasiones) me pasaba de copas y hacía uno que otro desfiguro. Momentos increíbles que sucedían cada año y que se quedan grabados en la memoria familiar.
Voy a extrañar con locura estar ahí, rodeado de mi familia, sentado en la calle, viendo a la gente ir y venir, visitar cuanto puesto de comida (mención honorífica para los elotes asados que se ponen en la esquina de la iglesia y para los sopes de tortilla azul que venden enfrente de la misma), caminar por la feria en compañía de mis primos, sentarnos en algún punto a tomar micheladas y sentir esa felicidad que sólo ese evento puede darme. Habrá que esperar al año siguiente. San Lorenzo here I come!
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